La revista New Yorker le califica de “prodigio” y la cadena NBC le dedicó una amplio reportaje donde el muchacho explica sus expectativas, compra alimentos, los prepara y muestra su dormitorio convertido en cocina.
“Paso la mayor parte del tiempo cocinando”, confiesa sin pestañear Flynn McGarry, un californiano de 13 años. Un chico delgado, rubio y pecoso, que estudia secundaria y con una determinación absoluta: ser un gran y famoso chef. Lo de la popularidad ya lo está consiguiendo. Es la sensación del mundo culinario, reputados chefs como el tres estrellas de Chicago Grant Achatz (Alinea y Next) le dejan que pase por sus restarantes para aprender. En el Playa, donde John Sedlar sirve una fusión de sabores estadonidenses y latinos, Flynn McGarry llegó a preparar nueve platos y los responsables del exitoso libro Modernist Cuisine contaron con su colaboración para un show cooking benéfico, donde se codeó con el chef de la Casa Blanca, Bill Yoses.
Desde los diez años convirtió cacerolas, fogones y aparatos en su entretenimiento favorito. “Quería probar cosas menos aburridas que las que hacía mi madre”, dice el prodigio. A mamá Meg no le importa, está encantada de que su niño “sea un auténtico artista” y cree que es “como un chef francés de los años veinte reencarnado”. Y su hermana, Paris, es otra fan declarada y le dedica un blog que incluye fotos hechas por ella del pequeño chef y sus platos, de estética minimalista y frecuente uso de verduras y pescado. Él califica a su trabajo de “cocina americana evolutiva” y se siente fascinado “por la cocina contemporánea de vanguardia”. “Los platos tienen que ser lo más perfectos posibles”, dice el chico.
Toda la familia McGarry participa del fervor gastronómico de Flynn. La casa de San Fernando Valley se convierte una vez al mes en restaurante, Eureka, donde el chico atiende también a los comensales y les da menús impresos (entre 10 y 17 platos).
Agencias.