Qué se cuece?

August 15, 2014 at 9:44 pm

Eduardo Martínez: construyendo Colombia con la cocina pacífica

En Colombia el conflicto armado no sólo ha generado muerte, sino también, y de forma más sutil y callada —pero no por eso menos trascendente—, una cultura sincrética, multicolor.

Mini malY es en la cocina, en el sabor, donde la cultura pacífica es más perceptible. Es la cocina la que reúne las historias de los pueblos y son sus platos los que las cuentan. Sus aromas y sabores empiezan a ser reconocidos y adoptados en prestigiosos restaurantes de las grandes ciudades, convirtiéndose en los primeros ingredientes, sabores, texturas y colores del boom de la nueva cocina colombiana. En buena medida el precursor fue Eduardo Martínez, uno de los cerebros detrás del éxito de Mini-Mal, el restaurant bogotano que atrae por sus audaces combinaciones y balance de sabores. Eduardo es el cocinero que lidera el equipo creativo y es pionero, junto con Leo, Cocina y Cava, de la nueva ola de la cocina colombiana en la capital.

Ingeniero agrónomo que ha vivido en Chapinero toda una vida, Eduardo tuvo la oportunidad, tan pronto terminó sus estudios en la Universidad Nacional, de trabajar con comunidades negras e indígenas en Buenaventura y sus alrededores. Durante más de cuatro años se sumergió, literalmente, en el mundo de la costa Pacífico de Colombia y descubrió que la cultura y la tradición son el sostén y la salvación de este pueblo golpeado por diversas formas de violencia. Mini-Mal es el producto de más de una década de intercambios de Eduardo y su equipo con estas comunidades.

restaurante_mini-mal_chapinero_minimal_equipoPero la cocina es tan solo un pretexto para hacer patria. Como uno de los miembros más aventajados de una generación brillante de cocineros colombianos, Eduardo ha asumido la cocina como una forma de mostrar cultura y especialmente la cultura pacífica. Para él, la cocina es uno de los medios más directos y eficaces para construir una imagen nacional propia. Y en esto Eduardo es inflexible: aquí lo tenemos todo; debemos crear nuestros propios modelos culturales para nuestras propias necesidades, y nuestra cultura es lo suficientemente adulta como para dejar de ser imitativa. En el trópico —en nuestro trópico— también tenemos parámetros, estándares y excelencia: sólo que los nuestros no necesariamente coinciden con los parámetros europeos y así está bien.

En una relación beneficiosa para todos, que le ha permitido a Eduardo organizar y trabajar con cooperativas de pescadores y productores —siendo unos de los predecesores de los movimientos del comercio justo y la pesca responsable en Colombia—, Mini-Mal se ha ido convirtiendo en una suerte de embajada del Pacífico en Chapinero. Y hoy muchos, cada vez más, salen de Mini-Mal con el aroma y el sabor de nuestro Pacífico en sus paladares y su memoria, donde lo atesorarán toda la vida. Así, Eduardo y su equipo hacen patria mientras dignifican poblaciones olvidadas, vilipendiadas y mancilladas; y lo hacen deliberadamente, un comensal a la vez.

Fuente: elespectador.com