En un ambiente cálido y colorido, El Restobar Caribe ofrece cocina dominicana combinada con recetas locales.
La escena pasa una tarde cualquiera en una calle del Abasto. Un taxista dominicano cuenta las cosas que extraña de su tierra. Habla del mar, de la familia y de la comida. En algún momento, surge la curiosidad por conocer cómo son los platos de la isla.
“Seguro que aquí debe de haber buenos restaurantes dominicanos”, le digo. “Sí, hay uno bueno en Flores. No mucho más”, me contesta.
La dirección que da el taxista es errónea. Hay que preguntar una, dos, tres veces hasta llegar a la esquina de Bogotá y Fray Cayetano, a unas cuadras de la plaza de Flores. El restobar El Caribe no tiene demasiadas cosas: mesas de hierro, unas cortinas verdes y otras rojas, un pizarrón con palmeras y precios dibujados. Y Mauri Pérez detrás del mostrador. Es tímido (está casi escondido detrás de una gorra de béisbol), tiene pelo corto y unos veintipocos años.
El hombre es de La Vega, una provincia ubicada en el centro del país. Allá tenía un pequeño kiosco y decidió visitar la Argentina aprovechando los ahorros y la juventud. Y con el tiempo decidió quedarse; allá dejó dos hermanos y sus padres, que por ahora no pudieron visitarlo. “De allá se extraña todo –dice– pero principalmente la comida y la playa. Aunque acá cocinamos dominicano, los condimentos nunca son exactamente iguales que en la isla. Vine como una aventura y me terminé quedando.”
Una mezcla deliciosa
Quizá como una forma de conquistar al público local, la carta combina los sabores dominicanos con los locales, como bifes a la criolla, milanesas y sánguches a precios populares. Pero claro que la mayoría va a buscar otra cosa, otros platos. Los que extrañan el taxista y la comunidad dominicana que vive en Buenos Aires.
En Dominicana hay un clásico –como muchos otros platos de su gastronomía– para acompañar con la cerveza y la fiesta: el pica pollo. Se hace en las casas y se sirve en los bares. Mauri trae un plato cuadrado con piezas de pollo frito, condimentado con limón, cebolla, orégano, sal, pimienta y apanado. Todo acompañado por tostones (plátano). Hay tanta diferencia entre este pollo y el de cualquier cadena: es crujiente y “con mucho sazón”, como dice el mozo.
Otra de las opciones son carne guisada, arroz con frijoles y el famoso mofongo, un plato que se hace con plátano verde frito machacado en un pilón, con caldo, verduras y mariscos. En algunas zonas de Puerto Rico, le ponen ternera, cerdo o pollo.
Desde el bar se ve una escalera que da a un sótano. Cuando avanza la noche, comienza a sonar la bachata, ese ritmo que nació en las zonas rurales de Dominicana. Esa música que Juan Luis Guerra desparramó por el mundo y ahora Romeo Santos le da una vuelta de tuerca romántica. “Si te invito una copa y me acerco a tu boca. Si te robo un besito, a ver te enojas conmigo…” se escucha al autoproclamado rey del género.
“Aveces, se extraña fuerte el país”, dice Mauri. Deja por un rato la barra y se va a bailar, mientras la bola de luces pinta el suelo de colores.
Fuente: Diarioz